frasecita

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Sin vivir un sueño

Te despiertas por la mañana. Si tienes alguna obligación te levantas, y la cumples. Incluso aunque no sea muy obligatorio, con una fuerza de voluntad grande te obligas a levantarte. Pero no hay ilusión, no hay una sonrisa en tu cara, te cuesta sacar fuerzas.
Vives la rutina, y cuando no hay quehaceres, pasas el tiempo con alguna actividad más o menos entretenida, incluso quizás útil. Pero no hay ánimo, ni energía apenas. No hay metas.
Puedes recordar algún día en el que te hayas levantado casi sin dificultad, con muchas ganas de hacerlo algo, o de que llegue algo. Disfrutas de todo lo que viene antes, hasta lavarte la cara o tener que coger un bus que parece una lata de sardinas (con su olor a sudor). Y da igual lo que te cueste, hasta que no lo consigues no descansas y no desaparece tu buen humor, ni ante la adversidad.
Acabas preguntándote "¿Por qué ahora no? ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha cambiado?", y te das cuenta de que nada te motiva, nada te llama, nada de anima, nada te hace moverte. Puedes pasarlo en grande con tus amigos, vivir un amor correspondido, tener una vida fácil y cómoda. Estar bien.
Pero no vives un sueño. No vives tu sueño. Y por muy bien que esté todo a tu alrededor, no sientes la magia, porque no emana de ti. Hay que encontrar esa meta en la vida, cuyo camino nos da la felicidad, y comenzar a recorrerlo con ilusión y esfuerzo. Y entonces tendremos ganas de levantarnos todos los días, nuestro trabajo se verá recompensado, y salvar la adversidad no será un mero instinto de supervivencia, será la satisfacción de haber hecho lo que soñamos hacer.

jueves, 5 de abril de 2012

La magia de los sencillos

El reloj ya habia pasado las doce de la noche, había nacido un nuevo día y con él una nueva experiencia. La magia de Gandia parece concentrarse caprichosamente en su estación de tren y autobús, quizá con la esperanza de acompañar a algún viajero en su viaje, o tal vez con la sencilla intención de entretener a los que allí hacen la tediosa espera. Lo que os voy a contar pertenece a la segunda posibilidad.
Esperaba el autobús con unos amigos para viajar a Granada estas vacaciones, el cansancio del día me había hecho saludar a mas gente de la necesaria y acabe saludando sin querer al protagonista de mi historia, Diego, un hombre que esperaba poder conseguir una de esas plazas sobrantes en el autobús, afirmando no saber que debía comprar un billete con antelación para poder viajar, desencadenante de una conversación en la que me contaba sus desventuras para lograr conducir un camión de la basura en su pueblo para conseguir un buen sueldo, llevándole a cruzar medio país para conseguir sacarse los carnets oportunos y lograr su objetivo. Sin embargo, esto no es lo impresionante. Lo que nunca olvidaré será que, con 50 años, no sabía leer ni escribir, algo necesario para sacarse el permiso de conducir, y para lograr su deseo aprendió durante dos años de forma intensiva, apuntándose a clases para adultos y logrando, a través de repetición, una de las más maravillosas caligrafías que he visto en mi vida. Más aún, en su ahínco de aprender, ha logrado aprender de 'pe' a 'pa' distintas legislaciones que le afectan directamente en su vida, llegando a ponerlas en práctica; tal era su amor por aprender que ha afirmado que llegará a sacarse una carrera. El hombre me hablaba maravillado sobre sus logros y yo no podía dejar de escucharle, ansioso por un gran final que nunca llegó puesto que, por suerte o por desgracia, llegó el autobús.
Desde aquí deseo mucha suerte en la vida a Diego, y le doy las gracias por mostrarme la magia que aún existe en este mundo, haciéndome ver que no esta todo perdido y que, si sabemos mirar por los rincones encontraremos razones para vivir.

domingo, 18 de marzo de 2012

Sonríe

¿Por qué sonreír?

Es una pregunta de difícil respuesta, y la verdad es que la mayoría del tiempo no tenemos razones ni ganas para esta mueca que hace que parezcamos un poco tontos, a la vez que felices. Sin embargo, esa tonta sonrisa que se nos queda en la cara puede llegar a ocultar para quien nos observa un mundo de misterio, pasión, aventura e incluso esa desvalorizada palabra: amor.

Sonreír es un tipo de magia cotidiana que todos podemos hacer, sonreír a alguien por la calle, sonreír a un camarero que te sirve el café, sonreír a tu compañero de clase que parece tener un mal día... o simplemente sonreír, porque ese gesto hará que se mueva el mundo un poco más.

Podría dedicarme a recitar una enorme cantidad de beneficios que tiene el simple gesto de sonreír, podría recitar una gran cantidad de frases hechas sobre el tema, pero sin embargo, quiero cerrar este breve artículo con un vídeo, un vídeo que a un servidor, hizo sonreír de verdad.


sábado, 10 de marzo de 2012

La Valencia desaparecida

¿Quién dice que una cámara no puede captar la magia, el octarino? Puede que las más modernas estén algo limitadas para ello, y requieran de gran esfuerzo del fotógrafo. Pero las antiguas...
O quizá es que antes la magia estaba más a la vista, quién sabe. El caso es que he descubierto un sitio muy ligado a la fotografía, que contiene cierta magia en su haber. Su título es "La Valencia desaparecida", y en él se nos muestra fotografías de cierta antigüedad (entre 10 y 130 años), y la compara con una tomada en la actualidad en el mismo punto. A veces es triste ver cómo cosas preciosas han desaparecido sin más, sin casi dejar rastro, sin que muchos sepamos que antes habían estado ahí. Pero otras, sientes una inmensa alegría al ver que algo de hace más de un siglo sigue ahí, en su sitio, resistiendo el paso del tiempo y ganándole, o al menos aguantándole, el pulso.
No quiero alargarme más, descubrid la magia por vuestros mismos ojos:


Saludos.

domingo, 26 de febrero de 2012

La invención de Hugo

Anoche fui a ver la película cuyo título es el mismo que el de esta entrada. Engañados por el trailer, resultó ser una película que habla de la magia. De la magia del cine. Me encantó increíblemente, y eso es algo que no digo más de una o dos veces al año.
No soy un gran cinéfilo. Sin embargo la primera sorpresa que me dio la película fue la capacidad que tuve para ir reconociendo, con ayuda del amigo Kit, poco a poco al reparto. Pude ver a Vernon Dursley coquetear con Madame Maxime. A un serio y estricto Ali G (o también conocido como Sr. Pirelli -en realidad David Collins-), intentando conquistar a una florista con un increíble parecido a Lily Evans. Reconocí la voz de Dumbledore, aunque fue anonadante verlo con la cara de Saruman. Vi igualmente asustado y confuso al niño con el pijama de rayas. Y hasta reconocí al productor de la película haciendo un cameo como guitarrista en la banda que tocaba en la estación. Al moderno Dr. Watson ejerciendo de genial padre y relojero. A Narcisa mostrando una vez más su amor maternal. Y a un Michael Stuhlbarg que se asemejaba en gestos, sonrisa y barba, al mismísimo Robin Williams.
Al empezar me recordó a las imágenes que había visto de Polar Express. Pero después nada que ver. El protagonista, hijo de un relojero, se veía constantemente rodeado de engranajes, vapor y un poco de roña. Sin embargo no daba sensación de suciedad, tenía su cierto encanto. Preciosa su metáfora sobre la máquina del mundo y uno de sus pequeñísimos engranajes, así como la de las máquina útiles y las máquinas rotas, y la frase final de Méliès.
Méliès... aprendiz de un gran mago, y creador de un nuevo tipo de magia. Espero que hable pronto el amigo Kit sobre él, y añada algo sobre la magia de esta película.
Yo diré que vi la magia en cómo funcionan algunas cosas, en cómo todo está de alguna forma relacionado, y encaja, ya sea en el espacio como en el tiempo, en cierto tipo de resurrección, en la adoración y admiración de un gran trabajo, una gran obra, en el esfuerzo y el deseo que se invierte en algo, en el encanto de la madera y el metal y sus reflejos, en los pequeños detalles de cada una de las vidas que se unen, amontonan y se mezclan de caótica forma en la gran urbe, y, por qué no, en un dulce artesanal recién horneado.

Esta es de las veces que la magia te deja boquiabierto esbozando una leve sonrisa, con cara de bobo, sin poder remediarlo.

viernes, 17 de febrero de 2012

Garzas blancas

Hay ocasiones en las que una persona mira a todas partes, buscando un rayo de luz, de esperanza, de magia. Y no ve nada. No es que lo busca no esté ahí, sino que un bloqueo le impide verlo. Aunque lo parezca, la magia no es nada complicado. 
Cosas simples y cotidianas que nos rodean poseen una cantidad de magia suficiente para cegarte unos segundos. Cosas que se pueden encontrar, por ejemplo, en Valencia. Por ejemplo, si vas a la universidad, puedes toparte con alguno de los escasos huertos urbanos que existen. Esos huertos están cubiertos pro un manto octarino que sus dueños depositan en él a diario desde hace años. Un manto que los protege de la basura del botellón de cada jueves, de los ojos especulativos y avaros que quisieron adquirir el terreno para construir grandes edificios, y no pudieron, del estresante y perjudicial ritmo de vida de la urbe.


Sin embargo, no es necesario que la magia sea obra de nadie. Esto es algo que nos cuesta comprender, pero la magia es así, estaba ahí antes que nosotros, y cuando nos vayamos ella seguirá su camino.
Un día pude capturar esa magia no antropogénica con mi cámara: una pareja de aves extraña en la zona apareció, y permaneció allí una semana. Garzas blancas. Se apartaban a saltitos si me acercaba, y en un momento puedo maravillarme con su majestuoso vuelo.


Los pajarillos suelen brindar momentos mágicos, como aquél que encontré picoteando una gominola que a alguien se le había caído, apenas distinguible por la baja resolución de la fotografía.

Ya sé que he dicho que la magia no tiene por qué provenir de la mano del ser humano. Pero no cabe duda de que los humanos son capaces de la magia más grande, si bien no suelen ser especialistas en la materia. O simplemente no se ve. Como aquella vez en el metro, mientras una mujer jugaba con su pequeña niña al veo-veo. La mujer dicho "por la letra D", haciendo referencia a la diadema que la niña llevaba puesta. Viendo yo esta divertida trampa, le indiqué a la niña que para ver lo que buscaba, tenía que mirar por la ventana. Ya que el exterior estaba oscuro en el túnel, el reflejo del cristal era bastante bueno. Tras no ver más que oscuridad, no tardo un instante en decir entusiasmada "diadema", al verla en su propio reflejo. No acabó aquí la magia, sino que al llegar a la siguiente parada, la de Alameda, la niña se asomó de nuevo por la ventana y dijo "mira, mamá, la bonita". ¿Bonita una parada de metro? Pues si puedes ver el octarino de la misma manera que un niño, sí. Incluso un adulto puede encontrar destellos entre los reflejos de los trozos de azulejo.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Blanco y Negro: el mundo en el que vivimos



Estos días he estado pensando bastante en qué publicar aquí, en este espacio que busca colorear vuestras vidas, y hoy he caído en que para simplificar nuestros primeros trabajos, en Dirección de Fotografía hemos empezado a tratar la composición en blanco y negro



Me he visto obligado a retratar lo que artísticamente se conocen como naturalezas muertas, esa obligación no era académica, sino propia, he tratado de infundir vida a formas carentes de ella, y tras un primer ejercicio puedo darme por satisfecho con algún resultado. Sin embargo todo carecía de vida y sentimiento, esa misma sensación que tengo al pasear día tras día por las calles de Gandía. Esa falta de magia... esa falta de... ¿detalles?, es posible, porque... ¿qué sería la vida sin detalles?

De todas formas, fuera de divagaciones innecesarias, lo que quería decir con todo esto es que voy a intentar comprender el mundo en blanco y negro para, poco a poco, desentrañar los secretos del octarino.

jueves, 9 de febrero de 2012

Decididos a encontrar la magia de este mundo


Me llaman por muchos nombres, pero en este caso podéis llamarme Kit, y os voy a contar cómo empezó todo...

Desde hace años he podido observar cómo la llama del mundo se iba volviendo más oscura, el colorido mundo en el que me crié comenzaba a apagarse bajo un velo gris que enfriaba la vida y alegría que habían caracterizado mi infancia. 

He sido testigo de este cambio y no he hecho nada para remediarlo, y quién soy yo sino una simple persona que solo espera tener una vida plena y feliz. ¿Y qué necesito para ello?
Os aseguro que he pensado mucho en ello y tras mucho tiempo meditando y buscando conclusiones me di cuenta de que, a diferencia de hoy, cuando era pequeño y feliz aún creía en la magia, en que en este mundo la magia podía existir, y que hoy día está oculta en algún sitio, de ello estoy seguro, así que... ¿por qué no embarcarme en su búsqueda?

Así fue como contacté con mis otros dos compañeros de viaje, a los que pronto conoceréis, y junto a los que trataré de rellenar este mundo de nuevo con el octarino color de la magia.